
Nicolas Winding Refn se marcó esta bonita película de vikingos con su actor fetiche, Mads Mikkelsen, y salió relativamente bien parado del arriesgado trance. Ya desde el trailer no ocultaba sus cartas y nos mostraba una peli visceral, sucia y violenta que se corresponde con las filias del director. No espere el aficionado encontrarse aquí una visión idílica de los vikingos porque más bien se trata de un descenso al fango con peleas mucho más mundanas y brutales, sin duda en alguna de ellas perdería el ojo el bueno de Mads (aquí mucho más silencioso de lo habitual, la peli en la que menos hablaba hasta que llegó el año pasado Ártico).
Empieza la peli con un Mikkelsen enjaulado al que un niño ofrece agua. Posteriormente lo cuida, alimenta y hasta embadurna con esmero de pinturas de guerra. No se separa de él ofreciéndole en todo momento su ayuda mientras el luchador va ganándose un nombre en sucesivas contiendas a cual más bestia. Con el tiempo ganará su libertad en lo que es probablemente el mejor trozo del film, sobretodo gracias a las deliciosas coreografías de los combates y una fotografía nada desdeñable. Para ser sinceros tenemos que decir que la cinta a partir de su último tercio decae un poco, volviéndose más introspectiva y a la vez más aburrida. Abre unas tramas que no llegan a cerrarse satisfactoriamente y se pierde en divagaciones, como la lucha con los soldados cristianos (presentados aquí como seres bastante despreciables y bárbaros) que no logran hacer sombra al brillante arranque inicial (de haber aguantado el tirón hablaríamos de una película excelente). Diversos premios en algunos prestigiosos festivales demostraron que fue del gusto de parte de la crítica, que entendieron la cinta y se dejaron seducir por la visión personalísima de este gran director. Tabien.


Photos
See all photos >>