En mi humilde opinión es el Robocop de esta generación, dicho en el mejor de los sentidos. Una película que combina las historias clásicas de venganza de las pelis de acción ochenteras, poseyendo el genuino aroma de éstas (mucho más autentica, por ejemplo, que los reboots que venimos sufriendo de un tiempo a esta parte sobre Rambo, Predator, Terminator o del mismísmo Robocop en esa fallida obra reciente de José Padhila) y por otro lado, una vuelta de tuerca al tema de los efectos especiales, aportando cosas frescas y originales, en combinación con movimientos de artes marciales cual Ong Bak muy apropiados por cuanto, dentro de la trama de la cinta, éstos están dirigidos por una inteligencia artificial (y todo con economía de medios, un presupuesto bastante moderado que sorprende visto el resultado final… qué más se puede pedir).
Ambientada en un futuro donde los vehículos circulan en piloto automático y los seres humanos están mejorados con todo tipo de implantes cibernéticos, nos presenta la historia de un hombre fuera de tiempo, un mecánico al que parecen pillarle tan de sorpresa como a nosotros los avances tecnológicos que le rodean. Su vida feliz sufre un serio revés cuando su vehículo es emboscado por unos delincuentes con armas implantadas en sus brazos que le dan un palizón y se cargan a su mujer. El tipo, que queda en un estado tan deplorable como el Murphy de la peli de Verhoeven, se convierte en un parapléjico encerrado en una casa inteligente que lo hace todo por él, hasta que se le presenta la oportunidad de someterse a un procedimiento experimental que le puede hacer capaz de caminar y de ser autosuficiente de nuevo, dándole la oportunidad de vengarse de los cabrones que mataron a sangre fría a su estupenda señora, una mujer a la que pintan como una bellísima persona lo poco que aparece en metraje para que aún odies más a los villanos de la función. A partir del momento en que nuestro protagonista cambia comienza la verdadera película, una trama llena de acción y sorpresas que constituye un auténtico soplo de are fresco en tan manido género como el que nos ocupa.
La cinta no escatima varias vueltas de tuerca que le hacen divergir de las historias tradicionales de buenos y malos, aquí todo cambia en la recta final y ya no sabe uno por donde le llegan los tiros, amén de un final agridulce, como del que no quiere aceptar la realidad, lo cual por otro lado encaja con la idea constante y ligeramente pesimista que impregna el relato pese a los justos y agradecidos toque de comedia que posee.
Se llevó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Sitges, donde fue muy disfrutada con razón. “Muy buena”.
7.5
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