
A Nicolas Winding Refn, director de obras maestras como Drive, Bronson, Pusher II o Valhalla Rising, se le pide mucho. Quizá por ello, sus últimas películas se mueven entre la incomprensión y la decepción por parte de la crítica. En mi opinión es injusto el relativo fracaso de la cinta que nos ocupa. Todo en ella es apabullante formalmente hablando y denota un trabajo enorme de fotografía, luz, simbología y recursos probablemente sin procedentes. Una inocente Elle Fanning se adentraba en Un dia de lluvia en Nueva York en el superficial mundo del cine. Previamente, en este Demonio de Neón ya había interpretado el papel de primeriza que se inicia en un mundo nuevo, en este caso con peor resultado y devorada por el monstruo que sin duda es la alta costura.
Como las arañas en la excelente película El hombre duplicado (Enemy) los felinos pueblan esta película apareciendo de fondo, vivos o muertos. La brujería, el ocultismo y la posesión están también en mayor o menor medida, junto a un extenso catálogo de símbolos de todo tipo (esvásticas, triángulos masones, estrellas demoníacas) y colores (identificar los colores reinantes en la atmósfera de la trama con los diferentes pasos que vive la protagonista es también un entretenido juego). La religión es la del becerro de oro, el ídolo con brillo de neón (el neón que en los ochenta reflejaba la adoración de lo material y lo superficial).
Ese final donde se funde el canibalismo con la anorexia, el devorar a tu enemigo para robarle su fuerza o bañarse en su sangre cual Condesa de Bathory, el vampirismo, las maldiciones y las venganzas provocadas por envidias (impagable el plano en el cual una de las rivales de Jesse no merece ni un vistazo del modisto cuando hace el casting) se quedan en la retina y transmiten un malrollismo que convierte esta experiencia en inolvidable. 4 estrellas de 5 (“buena”).


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