
En nuestra querida Real Federación de Tiro con Hostia existen muchas categorías. A la cabeza está la 1ª División, el Olimpo del Mamporro, con equipos que nunca han perdido la categoría aunque hayan flirteado con el descenso algunas veces, como el Chuache y el Sly. Luego están escuadras que han tocado la gloria, han bajado y subido e incluso se han batido el cobre por los campos embarrados de la 2ªB, véanse equipos belgas, suecos, barbudos y con coleta. Y al final de todo está un apasionante entramado de categorías regionales, autonómicas o como se diga en vuestro barrio, donde se arrastran los clubes más modestos por campos de tierra, arena o peor aún, sintéticos. En este entrañable batiburrillo poblado por Zagarinos, Lamas, Dudikoffs y demás fauna me gustaría destacar un trío que desde siempre se ha llevado mis simpatías. No por ser más que los demás, sino porque siempre los he percibido como un entrañable pack indivisible, tan semejantes que podrías intercambiarlos cual cromos de una peli a otra sin apenas notar la diferencia: Daniel Bernhardt, Gary Daniels y Olivier Gruner. Suizo, inglés y francés, estos muchachos amasan una estimable filmoteca de cintas de patadón y tentetieso, rodadas en los mejores descampados y las fábricas abandonadas más selectas. Tal ha sido su empeño y dedicación que han llegado a jugar alguna promoción de ascenso a la élite, e incluso se han dejado ver en algún bolo veraniego de aguadores y/o utilleros de algún galáctico. Por todo ello, justo es que reciban un poco de nuestra atención.
Nemesis (1992) es una de las películas más arquetípicas y reconocibles en estas categorías de patapum parriba, dentro de la división futurista – distópica – cyberpunk – vertedero. Está dirigida por Albert Pyun, míster indiscutiblemente solvente en estas ligas (Cyborg o Capitán América con la Cannon, palabras mayores), y con una desenvoltura en ruinas y descampados sólo comparable a la del Poli Díaz. Su moderado éxito le dio pie a perpetrar una saga con 4 secuelas estrenadas (en DVD, claro), una en producción y otra más anunciada (escribo ésto en enero de 2020). Tal despliegue nos puede dar buenas vibraciones, pero por si acaso no bajemos la guardia...
La plantilla es indudablemente una de las más rocosas de la categoría: a la cabeza Olivier Gruner, un antiguo comando naval francés (¡un puto boina verde!), con un papel de policía un cachín cyborg (sólo un 14% al principio) hecho a la medida de sus “dotes interpretativas”; Tim Thomerson (un todoterreno de la serie B), que sorprende haciendo de malo con cierta presencia; Cary-Hiroyuki Tagawa, refuerzo de auténtico lujo suplente de las mejores (y más premiadas) escuadras, que por lo visto tenía muchas letras por pagar; Brion James (haciendo SU papel), que nos deleita con sus caretos habituales; un fugaz Vincent Klyn (el malo de Cyborg, casi na); Jackie Earle Haley (el Freddy cutre ese que nos colaron en 2010); Sven-Ole Thorsen, que no necesita presentación (¡en esta película hasta habla un poco!); y un jovencito y granudo Thomas Jane (el Punisher más soso y el cinturoniano más molón), que se pasa toda la película picudo y con el culo al aire. De mozas algo hay y se ven algunas chichas, destacando Deborah Shelton, una ex Miss USA o algo por el estilo en el papel de robopilingui MILF (otra que no dio mucho gasto de vestuario). Pero del resto de robochurris poco que comentar.
El argumento excede la habitual servilleta: es enrevesado y al principio no sabes bien de qué va la fiesta, y según se va desgranando empiezas a sospechar que los guionistas tampoco. Estamos en 2027, y el mundo se ha convertido en una especie de Cañada Real con roboses chungos. El bueno de Olivier es un madero de la policía de Los Ángeles con dilemas existenciales y que vive atormentado por tener la próstata robótica y cosas así. Se dedica a freír androides presuntamente terroristas de no sé qué, pero un día le enganchan unos chachos y le dan candela de la buena. Tras calzarse una baja de un par de años pretende empalmar con una excedencia pero su jefe, que es un poco cabroncete, le sugiere hacer un último trabajín en Indonesia pa cuadrar el trienio. Como no se fían mucho le ponen un cachirulo que petará si no ficha a la hora o se excede en la pausa del café (como Plissken pero con lucecinas). A partir de ahí desfase: tiros, toñas, mugre, herrumbre, robotes de Aliexpress y alguna trufa. No quiero destripar más, mejor verlo por uno mismo. Simplemente destacar que las actuaciones de exageradas hasta dan el pego: los malos con sus trajes y sus gadgets del chino y el prota con sus gafinas y su cara de palo “profunda e intensa” llegan a tener cierta personalidad, casi carisma. También ensalzar los “efectos especiales”, que de puro cutre dan sabor (gusto adquirido, se sobreentiende) a la peli.
En mi humilde y nostálgica opinión, Nemesis es un filme cuyos defectos objetivos se convierten en virtudes subjetivas: argumento delirante, personajes flipaos, efectos especiales de baratillo y tono general mugriento son los ingredientes de un mejunje que, en su contexto, resulta sorprendentemente entretenido y disfrutable. Y es que para algunos iniciados, aquel viejo adagio rojelio de “cuanto peor, mejor” empieza cobrar poderoso sentido según van pasando los años y echamos la vista atrás... Ahora a reunir valor pa las secuelas.
Trailer oficial (inglés)
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