
Comenzamos aquí una nueva reseña, esta vez intentando abusar menos del punto y seguido tras algún tirón de orejas del jefazo. Lo intentaré pero no prometo nada.
En una antología de películas malas como ésta, no podíamos dejar de citar a un director como Andy Sidaris, maestro en crear pelis de una calificación entre una y dos estrellas sobre cinco, aunque siempre con mucho encanto y glamour.
A Andy Sidaris lo descubrí una madrugada en Antena 3 (cómo no) con Fit to kill, película que pondría como máximo exponente de su particular concepción del séptimo arte junto a quizá Return to Savage Beach. Reflejan a la perfección su Modus operandi ya desde los tiempos de Dona Speir.
Tienen las pelis de Sidaris un esquema muy parecido: Chicas exhuberantes, tíos cachas, tramas bélicas sencillitas y muchos gadgets (coches-bomba teledirigidos, avioncitos y helicópteros a escala o similares, todo de la época anterior a los drones, con los cuales Sidaris a buen seguro hubiera disfrutado como un enano).
Las pelis poseen una economía de medios en los efectos especiales bastante notoria, y en los castings tampoco se dejó un porrón de pasta, no habiendo actores de renombre (salvo Pat Morita haciendo de villano en Do or die y poco más) y apostando más bien por chicas explosivas repescadas del mundillo Playboy, pero con dotes para el cine de acción (explosiones y tiros hay para aburrir en cualquier cinta de las suyas).
En Fit to kill, por ejemplo, tenemos a una Julie Strain pletórica dando vida a una villana inolvidable, tan bella como letal, la viuda negra. Desde el minuto 1 nos impacta con una sesión de hot yoga casual, muy necesaria para entender la trama. Se come la pantalla.
Además de las escenas de sexo ligero (el reparto de Sidaris acostumbra a algún revolcón ocasional para desconectar de sus interminables batallas) y de acción, es de agradecer la inclusión de algo de comedia, casi siempre facilitada por Cynthia Brimhall, una competente y saludable actriz que además de cumplir con los cánones de belleza Sidaris, tiene una vis cómica que aligera la trama agradablemente (igual se marca un baile erótico festivo country o despierta de una ensoñación onanista a su compi con un golpetazo al abrir el champagne). Con su equilibrada mezcla de ingenuidad y voluptuosidad se convirtió en una de las chicas favoritas de la franquicia y no es de extrañar que se contara con ella para la mayoría de entregas de la saga.
Hablando de humor, también es destacable la escena en que la viuda negra va a cepillarse a uno de sus socios en una escena bastante tórrida y le empieza a chillar improperios y símiles sexuales marineros en plan: “a toda vela!!!” o “leven anclas!!!”. Impagable.
Otro must fue la escena donde un actor de aspecto latino le suelta un “se mía esta noche” (en castellano en el original) antes de liarse con ella a Shae Marks. Es un momentazo cómico genial. Eso acontece en Return to Savage Beach, el otro film que pondría de ejemplo para entender el cine de Andy Sidaris. Shae Marks es una de las últimas playmates que, tras intervenir en algún episodio de Baywatch y en otras teleseries, encontró en Sidaris el socio idóneo para lucir en pantalla su palmito como chica de armas tomar.
Algunas de sus películas son tan paródicas y consigue unos batiburrillos de sus géneros predilectos tan simpáticos que a ratos parecen una peli de Austin Powers. El que fuera director de deportes de la ABC americana (donde ayudó a desarrollar técnicas revolucionarias que hoy son ley en las retransmisiones deportivas) y posteriormente gurú del subgénero del cine de serie B conocido como “Balas, bombas y chicas” (donde realizó doce películas que conforman una saga con una continuidad al estilo James Bond) nos dejó en 2007 por culpa de un maldito cáncer.

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